lunes, 30 de noviembre de 2009
DEJANDO VANCOUVER
Dos horas después, con algo más que el trasero dormido, arribábamos a nuestra primera parada para pasar la noche. Golden, donde nos esparaba una hamburguesada, un curso relámpago de baile country , una fogata a la luz de la luna bajo un cielo increíblemente despejado, junto a un Tipee (tienda de campaña típica de los indios norteamericanos). Asando Malvaviscos, calentándonos, sitiéndonos un poco pioneros, tomando cervezas y hablando de esto y de aquello. Brasileros, alemanes, suizos, japoneses, españoles, tendiendo lazos de amistad al mejor estilo del oeste.
GO CRAZY BLUE
Al siguiente día apenas empezaba la parte central del viaje. al acercarse al parque nacional Bannf, ya en la provincia de Alberta, empieza a repetirse con más frecuencia la vista de picos nevados, incluso a final de verano, como era nuestro caso. También entramos al área de los lagos glaciares. Estos prodigios de la naturaleza merecen su propio capítulo. El color del agua es increíble, la erosión de los glaciares en deshielo dejan en el lago cristales en suspensión que dan un tono azul tan intenso al agua que pareciera pintada. Lake louise, está enmarcado en un fastuoso escenario de montañas nevadas y para algunos arruinado por la presencia de un super lujoso hotel, el Lake Louise Chateau, de pomposo estilo francés, construido durante la edad de oro de los ferrocarriles de la Canadian Pacífic. Lake Morraine, tendido en el centro del valle de los once picos, del que se puede tener una estupenda vista subiendo por un sendero de rocas hasta arriba;un picnic de sandwiches, uvas y jugo de manzana, frente a tal escenario, como diría el comercial, no tiene precio. Ni desperdicio. Una calma absoluta, solo el ulular de las ráfagas de viento, los pinos y ese espejo turquesa abajo, parecieran diseñados para robarte el aliento. El lago Minnewanka, donde se puede hacer un paseo en lancha donde algunos decidimos ir atrás y mojarnos como enanos con el agua helada mientras otros jugaban al capitán con el timón por un par de segundos. al día siguiente, para mí, una de las vistas más asombrosas de mi vida, el Río Bow como un espejo tranquilo y serpenteante, azul y transparente según el ángulo que se le viera, y el lago Peyto, probablemente el dueño del azul más espectacular de todos.
EL GLACIAR COLUMBIA
JASPER Y EL REGRESO
Próxima parada Jasper, un pueblo muy parecido a Bannf, aunque el entorno se antoja más desértico y plano, aunque grandes picos rompían el horizonte a la distancia. Muchos trenes, en Canadá los trenes impresionan, no por su modernismo o velocidad, sinó por su desmesurado tamaño. Larguísimos convoyes de más de cuarenta o cincuenta vagones, que pueden fácilmente pasar el kilómetro de longitud, transportan el trigo en lenta y cadenciosa procesión hasta sus centros de procesamiento o acopio, no estoy muy seguro. Luego paramos para hacer fotos de grupo frente al monte Robson, el más alto de esta cordillera del lado canadiense. En el camino al próximo hotel, súbitamente el tráfico se detuvo, y sólo pude ver como la mitad del autobús se lanzaba hacia las ventanas del otro lado. Dos ciervos, indiferentes del revuelo que habían formado, se dedicaban a enzarzar sus astas en una danza de pelea al borde del camino. Más tarde vimos un esquivo alce, aunque éste desapareció casi de inmediato entre los árboles. El cuarto día era el día de vuelta. Se acercaba el fin de esta experiencia, aunque aún nuestra ruta nos deparaba un par de sitios interesantes: La catarata Sphahats, chorro que se lanza en picado de una altura bastante respetable desde la cima de un antiguo volcán extinto, en el que se pueden ver con facilidad las diferentes capas de magma endurecido, hasta perderse por el cañón Clearwater. Nuestra guía, Alex, nos enseñó un divertido truco. Si se observaba con detenimiento el patrón de capas retorcidas de magma, y después se desvía la vista al chorro de agua, por un momento se da una ilusión óptica que hace parecer que las líneas de roca se mueven y se retuercen, de una forma parecida a aquellos raros cuadros cuya figura sólo se descubría después de mirar larga y detenidamente. Y los túneles Othello, ruinas de aquel impulso que horadó montañas y rellenó barrancos en pos de comunicar el país a través de los ferrocarriles. Dichos túneles fueron destruídos por una terrible tormenta, juzgándose preferible no repararlos y cambiar el trazado de la vía a otros pasos de menor dificultad. Se cuenta que el encargado de diseñar los túneles era fanático de Shakespeare, por ende bautizando pasos, túneles y estaciones que construía con nombres de personajes de las obras del dramaturgo inglés.Esa tarde arribamos a vancouver, un grupo de extraños que por unos días no lo fueron tanto, presenciando juntos algunos de los paisajes mas bellos de este hermoso país, en otra inolvidable experiencia. Carolina, Larissa, Alex Michela, Fernando, Alina, Simone, Filippo, Alejandra, Sebastián, Toshi, Miry y Aude, son nombres que se confunden con los nombres de los sitios que espero nunca olvidar.Nuevas amistades? quizá! memorias para el resto de la vida, seguro. Un viaje muy recomendable para el que tenga la oportunidad de pasar unos días bajo la bandera de la hoja de maple.