lunes, 30 de noviembre de 2009

DEJANDO VANCOUVER

Era un viernes, muy temprano, una fría mañana vancouverita estábamos abordando el bus de West Trek Tours. Mi hermano había hecho ese paseo hacía unos años, por lo que ya iba con buenas espectativas. West Trek es una compañía especializada en viajes de estudiantes, 
y ofrece unos precios fantásticos a cambio de lo que algunos verían como cierta incomodidad, como compartir habitación
 con perfectos extraños, estar encerrado horas en un bus, conviviendo con gente de países, a veces muy cercanos, a veces desconocidos; parte de la aventura, aunque mi experiencia de viajero me dice que quienes te encuentras, como tú, descubriendo el mundo, tienen una energía increíble que te llena y que jamás es mala; así que estaba listo para lo que fuera.T
otal, abandonamos la ciudad de Vancouver para adentrarnos en el desierto canadiense. Si, desierto, como se lee. Las montañ
as de la costa de Columbia Británica atrapan toda la humedad que viene del mar conviertiendo a Vancouver en un sitio excesivamente lluvioso mientras que las zonas tras estas montañas reciben míseras cantidades de lluvia. Hope, Kamloops, puntos en el mapa, 
paradas apenas para comer o para deshacerse del lastre fisiológico. Hope es un pueblito pequeño, su atractivo quizás son la
s tallas en troncos, hechas con motosierras y que adornan la plaza principal. El verdadero cambio de paisaje se da al salir de Kamloops, al adentrarse en una autopista que parece flotar remontando la cordillera entre bosques de pinos (algunos verdes y otros de un extraño color rojo, según Alex, la guía, eran pinos muertos, atacados por un escarabajo que los parasita) que alternan con montañas de caprichosas formas, aserradas, redondas, planas, en forma de mesa… realmente era un espectáculo este desfile orográfico!. A ratos aparecían 

 valles de arroyos tranquilos, de un color turquesa grisáceo, propio de los ríos de deshielo glacial, como anuncios de lo que luego se desplegaría como una poderosa y colorida paleta natural. 
Horas después, la siguiente parada, Craigelachie. Conocido como el sitio del ¨Clavo de Oro¨, conmemora el punto donde la construcción de las vías férreas de la costa atlántica y la pacífica se encontraron, uniendo para el futuro a dos mitades de país separadas por una pared de montañas. La historia de la provincia de Columbia Británica, parece correr paralela a este hecho, Antes del tren, la misma no tenía casi contacto con el resto de los territorios de canadá, sinó con las vecinas ciudades de la costa oeste de los Estados Unidos, al punto que en la provincia canadiense se llegó a hablar se adherirse de adhesión a su vecino del sur. Esto debío disparar alguna alarma en el este, pues la construcción de la vía férrea se aceleró, venciendo accidentes geográficos imposibles, a un costo económico y de vidas elevadísimo para la época. En fin, un parquecito pequeño donde se puede ver la vía y el clavo (el actual no es de oro, sólo está pintado de dorado), aunque digno de mencionar por la importancia que este encuentro tuvo para definir la vida del país que hoy es Canadá.


Dos horas después, con algo más que el trasero dormido, arribábamos a nuestra primera parada para pasar la noche. Golden, donde nos esparaba una hamburguesada, un curso relámpago de baile country , una fogata a la luz de la luna bajo un cielo increíblemente despejado, junto a un Tipee (tienda de campaña típica de los indios norteamericanos). Asando Malvaviscos, calentándonos, sitiéndonos un poco pioneros, tomando cervezas y hablando de esto y de aquello. Brasileros, alemanes, suizos, japoneses, españoles, tendiendo lazos de amistad al mejor estilo del oeste.

GO CRAZY BLUE






Al siguiente día apenas empezaba la parte central del viaje. al acercarse al parque nacional Bannf, ya en la provincia de Alberta, empieza a repetirse con más frecuencia la vista de picos nevados, incluso a final de verano, como era nuestro caso. También entramos al área de los lagos glaciares. Estos prodigios de la naturaleza merecen su propio capítulo. El color del agua es increíble, la erosión de los glaciares en deshielo dejan en el lago cristales en suspensión que dan un tono azul tan intenso al agua que pareciera pintada. Lake louise, está enmarcado en un fastuoso escenario de montañas nevadas y para algunos arruinado por la presencia de un super lujoso hotel, el Lake Louise Chateau, de pomposo estilo francés, construido durante la edad de oro de los ferrocarriles de la Canadian Pacífic. Lake Morraine, tendido en el centro del valle de los once picos, del que se puede tener una estupenda vista subiendo por un sendero de rocas hasta arriba;un picnic de sandwiches, uvas y jugo de manzana, frente a tal escenario, como diría el comercial, no tiene precio. Ni desperdicio. Una calma absoluta, solo el ulular de las ráfagas de viento, los pinos y ese espejo turquesa abajo, parecieran diseñados para robarte el aliento. El lago Minnewanka, donde se puede hacer un paseo en lancha donde algunos decidimos ir atrás y mojarnos como enanos con el agua helada mientras otros jugaban al capitán con el timón por un par de segundos. al día siguiente, para mí, una de las vistas más asombrosas de mi vida, el Río Bow como un espejo tranquilo y serpenteante, azul y transparente según el ángulo que se le viera, y el lago Peyto, probablemente el dueño del azul más espectacular de todos.


EL GLACIAR COLUMBIA





Ese día terminamos en Banff, una villa de montaña, pequeña y repleta de tiendas de marca y restaurantes lujosos. Tiene una góndola (teleférico o funicular) que sube a la cima del monte Sulphur; el auge de Banff en el pasado se debió al hallazgo de aguas termales por parte de trabajadores del tren. Por supuesto, el crédito (y las ganancias) fueron reclamadas por su jefe, un tal de apellido Bannf. Así es el mundo y así siempre será como dice la canción. En fin, esa noche fue para hacer un poco de shopping e ir a un club a celebrar al estilo canadiense. Día tres. Después de desayunar, tipo picnic en una gélida mañana en un parque cuyo nombre no recuerdo, iniciamos la partida a otro de los puntos principales de esta excursión. El Glaciar Columbia, o Athabasca, cerca de brewster, es una inmensa masa de hielo compacto y perenne, incrustada en las cimas de un grupo de montañas de una gran extensión. Se puede contratar un paseo que lo llevará a uno en un bus montaña arriba hasta un andén desde el cual de toma el Snowcoach, peculiar vehículo cruza de autobús con monster truck, con seis ruedas gigantes que le permiten bajar una sinuosa cuesta muy empinada, para remontar el camino de morrena (mezcla de hielo y piedra que deja la erosión del glaciar al deshielar) hasta la blanca cima, donde se puede bajar y disfrutar del hielo aún al calor del sol. Puede uno pararse sobre una pulida laja de hielo a través de la cual se podía ver las entrañas de esta blanca mole. Existen ciertas limitaciones de seguridad, al no saberse con exactitud la dureza de ciertas zonas, por lo que hay que cuidarse de permanecer en las partes demarcadas con conos azules.Más allá, el deshielo de este glaciar forma las cataratas Athabasca, otra vista de postal, con caminerías que se internan bajo un laberinto de piedra desde el que se pueden ver distintas chimeneas y remolinos que forma el agua azulísima al precipitarse hasta el río homónimo,

JASPER Y EL REGRESO




Próxima parada Jasper, un pueblo muy parecido a Bannf, aunque el entorno se antoja más desértico y plano, aunque grandes picos rompían el horizonte a la distancia. Muchos trenes, en Canadá los trenes impresionan, no por su modernismo o velocidad, sinó por su desmesurado tamaño. Larguísimos convoyes de más de cuarenta o cincuenta vagones, que pueden fácilmente pasar el kilómetro de longitud, transportan el trigo en lenta y cadenciosa procesión hasta sus centros de procesamiento o acopio, no estoy muy seguro. Luego paramos para hacer fotos de grupo frente al monte Robson, el más alto de esta cordillera del lado canadiense. En el camino al próximo hotel, súbitamente el tráfico se detuvo, y sólo pude ver como la mitad del autobús se lanzaba hacia las ventanas del otro lado. Dos ciervos, indiferentes del revuelo que habían formado, se dedicaban a enzarzar sus astas en una danza de pelea al borde del camino. Más tarde vimos un  esquivo alce, aunque éste desapareció casi de inmediato entre los árboles. El cuarto día era el día de vuelta. Se acercaba el fin de esta experiencia, aunque aún nuestra ruta nos deparaba un par de sitios interesantes: La catarata Sphahats, chorro que se lanza en picado de una altura bastante respetable desde la cima de un antiguo volcán extinto, en el que se pueden ver con facilidad las diferentes capas de magma endurecido, hasta perderse por el cañón Clearwater. Nuestra guía, Alex, nos enseñó un divertido truco. Si se observaba con detenimiento el patrón de capas retorcidas de magma, y después se desvía la vista al chorro de agua, por un momento se da una ilusión óptica que hace parecer que las líneas de roca se mueven y se retuercen, de una forma parecida a aquellos raros cuadros cuya figura sólo se descubría después de mirar larga y detenidamente. Y los túneles Othello, ruinas de aquel impulso que horadó montañas y rellenó barrancos en pos de comunicar el país a través de los ferrocarriles. Dichos túneles fueron destruídos por una terrible tormenta, juzgándose preferible no repararlos y cambiar el trazado de la vía a otros pasos de menor dificultad. Se cuenta que el encargado de diseñar los túneles era fanático de Shakespeare, por ende bautizando pasos, túneles y estaciones que construía con nombres de personajes de las obras del dramaturgo inglés.Esa tarde arribamos a vancouver, un grupo de extraños que por unos días no lo fueron tanto, presenciando juntos algunos de los paisajes mas bellos de este hermoso país, en otra inolvidable experiencia. Carolina, Larissa, Alex Michela, Fernando, Alina, Simone, Filippo, Alejandra, Sebastián, Toshi, Miry y Aude, son nombres que se confunden con los nombres de los sitios que espero nunca olvidar.Nuevas amistades? quizá! memorias para el resto de la vida, seguro. Un viaje muy recomendable para el que tenga la oportunidad de pasar unos días bajo la bandera de la hoja de maple.